sábado, 20 de marzo de 2010

Aislados


































Salinger decidió un día desaparecer, era la única manera posible de escribir porel placer de hacerlo, de construir su propio universo sin ninguna presión, de alcanzar el verdadero arte y crear para uno mismo sin ninguna posibilidad de que nada ni nadie interfiera en ello. Syd Barrett, quien se retiró de la vida pública en 1972 y decidió usar la revolución psicodélica para reducir su universo al mundo de su mente, solía quemar sus dibujos una vez que los terminaba. De la misma forma, en la novela de Paul Auster El libro de las ilusiones, Hector Mann se recluye y ordena que sus películas sean destruidas tras su muerte.

El aislamiento evita que la presión exterior influya en nuestro comportamiento y podamos desarrollarnos de forma autónoma. Aislado pero no incomunicado, estamos hablando de escapismo, de la posibilidad de sentirnos salvajes en los límites que nosotros determinemos, de la búsqueda de la realización personal huyendo de todo lo que nos pueda atar sin que nosotros lo hayamos decidido. La soledad es otra opción, pero no es a lo que nos referimos, no se puede perder la comunicación con el mundo.

Salinger, Syd Barrett o Hector Mann nos ofrecen una alternativa al arte diferente a la que se pueda comprender como normal. En su caso, la única función es la de servir de catarsis, no la clásica de que el arte debe servir de placer a otras personas. El suyo es un arte privado aunque un día fueron personajes públicos. ¿Tiene derecho a retirarse y dejarnos sin la obra que un día nos ofrecieron? La acción es romántica pero también se podría ver en ello un punto de cobardía o de miedo al fracaso. Y sin embargo nos queda un pregunta en el aire ¿Hay alguna persona en el mundo que haya decidido no ofrecer nunca su creación al resto de los humanos y niegue de antemano a cualquier tipo de éxito o repercusión? Desafortunadamente, esta es una pregunta sin respuesta.

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