domingo, 3 de diciembre de 2017

Glenn Gould




Pocos pianistas sorprendieron de la forma en que Glenn Gould lo hizo, tanto por su personal forma de interpretar las obras de Bach, Beethoven o Schönberg como por su peculiar aspecto y su forma de sentarse al piano en una pequeña silla. Pero de lo que no cabe duda es de que fue uno de los grandes innovadores en el campo de la interpretación clásica, un excéntrico que abandonó los conciertos en directo en 1964, cuando estaba en lo más alto de su carrera, para poder centrarse en sus escritos, sus programas de radio y en el trabajo en el estudio, al que llegó a convertir en un elemento más de la interpretación.

Este cambio del directo al estudio, coincide con un momento muy importante. A mediados de los años sesenta la venta de discos estereofónicos superaba por primera vez a la de los discos monofónicos y los nuevos equipos estéreo de alta fidelidad comenzaban a ser habituales en las casas de los melómanos. Ahora la música se podía escuchar en el salón con una calidad bastante buena. Gould, quien siempre estuvo muy interesado en las últimas innovaciones técnicas, sabía que estaba produciendo discos para este público y en su cabeza rondaba la idea de que la audición de una pieza no se debería limitar a sentarse en un auditorio y dejar que los músicos proyectaran la música unidireccionalmente. El manejo del equipo estéreo de casa, aunque de una forma muy limitada, significaba un acto interpretativo por medio de la elección de la obra, el manejo del volumen, tono y balance e incluso del lugar y el momento de la escucha. Todo esto significa que el oyente pasa de ser espectador a partícipe. De ahí la importancia del estudio: el hecho de disponer de un número de horas prácticamente ilimitado para la grabación de sus discos permitió a Gould repetir las piezas tantas veces como fuera necesario hasta alcanzar la versión deseada, su grabación de referencia.  Esa que el oyente se lleva a su casa y puede escuchar todas las veces que quiera siempre con la misma calidad sonora e interpretativa.

Muy pronto, el estudio dejó de ser para Gould únicamente un lugar donde grabar y también se convirtió en un lugar para la innovación donde se podían utilizar recursos imposibles de usar en directo. Teniendo en cuenta que la experimentación en la música clásica no es lo mismo que en el rock, Gould también fue un precursor en su campo al igual que The Beatles o Brian Wilson lo hicieron en el suyo. De esta forma, empleó técnicas como el uso de la reverberación electrónica o la manipulación de las cintas juntando trozos de diferentes sesiones. Pero sin duda alguna lo que más sorprendió en el campo de la interpretación clásica fue su uso del overdubbing (superposición de diferentes grabaciones) para conseguir interpretaciones a cuatro manos, tal y como hizo en la parte final de su grabación de la versión para piano del preludio de Die Meistersinger. Esto, que desde el punto de vista del mundo clásico suponía algo vergonzoso, fue precisamente lo que se resaltaba en las notas que acompañaban al disco como virtud.

Otro ejemplo de especial relevancia es la forma en que Glenn Gould estuvo trabajando con sus ingenieros de sonido la Sonata 5 de Scriabin. Se utilizó una técnica que denominaron “acoustic orchestration” y que consistía en utilizar diferentes disposiciones de micrófonos: dentro del piano casi tocando las cuerdas, a 1,50m, a 2,50m y, finalmente, apuntando hacia la pared para recoger la reverberación. Según sus palabras “decidimos grabar toda la pieza empleando cada una de estas cuatro disposiciones para, dentro de un tiempo, reconstruirla, estudiar la partitura y ver qué se puede hacer con las tomas más alejadas, con las más cercanas, escoger dos, fundirlas, saltar de una sección a otra…”.

También podríamos mencionar el interés que le suscitaba la grabación y reproducción cuadrafónica. Aunque no llegó a ahondar demasiado en el tema, sí que llegó a grabar diferentes líneas de una misma sonata para luego ser reproducidas en un equipo cuadrafónico.

Su muerte a los 50 años, en 1982 y a las puertas de la revolución digital, nos dejan con la intriga de lo que hubiera sido capaz de aportar a la música clásica en un mundo en el que sus innovaciones ahora son hechos comunes.


1 comentario:

Roberto Pato dijo...

Muy ilustrativo...estoy con las variaciones Goldberg....poco a poco....