viernes, 10 de julio de 2009

Salomé































Aunque la historia de Salomé a dado lugar a muchas interpretaciones en el mundo del arte, la obra teatral de Oscar Wilde supone una nueva visión del mito. Inspirado en los cuadros de Gustave Moreau sobre el tema, pero alejándose de la tradición bíblica, convierte a Salomé en el eje central de la acción. Ya no es un ser manipulable, instruido por su madre, sino alguien con capacidad de decisión, desencadenante del drama.
El amor insatisfecho, o la ambición de amor no correspondido se unen al poder y la violencia extrema. Obtener el amor de Iokanaan aunque sea a la fuerza, significa poseer a aquel a quien temen y respetan los demás.
Los personajes manipulan y son manipulados. Salomé usa su belleza para lograr sus objetivos. El deseo que causa en los hombres, especialmente en Herodes y el soldado, les llevará a su muerte “moral” y “física” respectivamente. Al mismo tiempo también provoca la muerte de Iokanaan, pero en este caso por su falta de deseo.
Herodes desprecia a su esposa Herodias, viuda de su hermano, y probablemente sólo la utilice para estar cerca de Salomé. Es una pareja entre la que no existe deseo de ningún tipo. Herodes siente temor de Iokanaan.
Herodias utiliza a su hija y aplaude sus acciones para obtener su venganza de Herodes y de la humillación a que es sometida.
Iokanaan no respeta la privacidad de las personas e insulta a Herodias por la vida que lleva, al no vivir de acuerdo con lo que la religión dicta. Al mismo tiempo es conocedor del miedo y respeto que causa en Herodes y lo utiliza para decir todo lo que quiere.
En Salomé no hay ningún personaje positivo, rompiendo así con los roles de buenos y malos tradicionales en el teatro. Todos se mueven por algún tipo de interés y al final todos son, de una forma u otra castigados. El deseo ciego y el egoísmo guían a todos los personajes de la obra, cada uno quiere lograr su objetivo sin tener en cuenta las consecuencias de sus acciones.
La sutileza del texto teatral nos muestra este mundo deshumanizado en un lenguaje simbólico, a través del juego de miradas no devueltas, de anhelos sin respuesta. Ya al comienzo, Narraboth es advertido por el paje del peligro de mirar a Salomé por no ser de su clase. Del mismo modo es advertido Herodes por su mujer por mirar a su hija de manera indebida. Iokanaan tampoco responde a Salomé a pesar de su insistencia y ésta le obligará a mirarle con su cabeza sobre una bandeja mientras se la oye decir que la habría amado de haberla mirado.
Un terrible juego de seducción que llevará a su máxima expresión la ópera homónima de Richard Strauss. Con un texto prácticamente literal a la obra teatral pero con la monumentalidad sonora de una orquesta de gran envergadura según el estilo postwagneriano, la convierte en una obra heroica. Es la evolución de un personaje desde su papel secundario en los textos bíblicos a la trascendencia artística y literaria de esta figura emblemática de fin de siglo.

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