domingo, 18 de enero de 2009

La clase. Entre los muros.






















¿Cuál es la opción cuando el profesor se encuentra ante adolescentes totalmente desmotivados que no quieren aprender absolutamente nada? La clase nos presenta varias cosas. Por una parte, la certeza de que la renovación del cine contemporáneo nos está llegando de Francia. Por otra un debate sobre el estado de la educación al que nadie debería ser ajeno.

Quizás sea un error haberle cambiado el título a la película. Entre los muros es más acertado, al transmitirnos el completo aislamiento de la escuela actual y lo poco que interesa a la sociedad. Pocas personas que no estén relacionadas con la docencia tienen idea de lo que ocurre tras las paredes de un instituto. Además, lo mejor de la película es que es un retrato verídico en un 99%, siendo la parte menos creíble algunos momentos de las relaciones entre los docentes del claustro.

Es de destacar la forma en que se nos muestra el diferente mundo entre alumnos y profesores: las escenas de los recreos son filmadas con una cámara casi cenital, desde las alturas de las ventanas y sólo bajan cuando un profesor busca a sus alumnos para pedirles explicaciones.

El final es abierto y, por tanto, las interpretaciones pueden ser variadas. Se acaba el curso y todos han aprendido algo, a la vez que hay esperanza mientras haya profesores que traten a sus alumnos como adultos y como seres humanos. Pero al mismo tiempo, lo que han aprendido lo recuerdan a medias o no saben por qué y para qué lo aprendieron, y quien lee La república, de Platón es por que admira a su hermana y no a su profesor. La escena final de convivencia puede querer darnos un mensaje positivo, pero al mismo tiempo se contradice con desorden de las sillas como símbolo del caos de la educación.

¿Dónde está el verdadero papel de la enseñanza obligatoria? Un gran punto de partida para una reflexión seria y necesaria.

1 comentario:

Jorge O. dijo...

Ayer, después de mucho tiempo, fui al cine a ver “Entre los muros” o “La clase”, del director francés Laurent Cantet. No me quiero referir al argumento, a sus premios o a las críticas favorables que ya se han escrito. Quiero escribir sobre las reflexiones que me ha producido.
Soy un docente maduro, de Mar del Plata, Argentina y desde hace varios años trabajo en el sistema educativo oficial. Quiero escribir sobre el múltiple fenómeno socializante de la educación.
La educación pública en la historia cercana de mi país tuvo distintos períodos, con distintos objetivos desde el gobierno de turno:
- 1870 – 1940: Se buscó extender la enseñanza elemental para conseguir una uniformación de la población ante el fenómeno de la inmigración europea. Saber leer era una habilidad envidiada. Cultura del folletín, el libro, el diario. Los gobiernos creyeron que necesitaban ciudadanos ilustrados y buscaron aumentar el capital humano.
- 1940 – 1990: El mundo estaba dividido entre “los buenos” y “los malos”. En la escuela el maestro era el portador de los saberes, que eran entregados como herramientas a los alumnos para que estos se labraran un seguro porvenir, dependiendo de su sola voluntad. El progreso y el ascenso social eran posibles y aún seguros para los más capaces. Las actividades sociales eran múltiples y los clubes sociales y deportivos tenían mucha concurrencia, se hacían desfiles y reuniones públicas. Los gobiernos perdieron de vista a la educación como prioridad en los gastos.
- 1990 – 2009: En el mundo cayeron el comunismo y el neoliberalismo. La globalización termina con las seguridades de fuentes de trabajo y los trabajadores cambian fácilmente de lugar de trabajo. Aumenta la informalidad y el trabajo “en negro”. La institución familiar se desmorona, por separación y/o divorcio de los padres, etc. En la escuela se busca teóricamente hacer posible el diálogo maestro – alumno. El aislamiento social de jóvenes y adultos está fomentado por el uso autista de la televisión, los juegos electrónicos, la informática y la decadencia de los servicios sociales de clubes y otros centros. Auge de las adicciones.
Los gobiernos caen en la cuenta que cuando más ignorante y empobrecido es el pueblo, más fácilmente se lo maneja. No existe un modelo buscado de país.

A pesar de la crisis económica mundial actual, si el gobierno argentino quisiera mejorar la tarea educativa, debería:
- Asumir la necesidad de la protección, formación y diálogo con los niños y adolescentes.
- Reconocer la función socializadora de la escuela, que reemplaza y/o cubre múltiples carencias institucionales (familiares, sanitarias y sociales).
- Aprovechar, potenciar, capacitar y favorecer la tarea de los maestros y las escuelas.
- “Adoctrinar” y formar amplia y profundamente a los directivos de las escuelas según el modelo de alumno y de país que se busca conseguir.